La gran obsesión de los gobernantes
europeos es el déficit público, hay que acabar con él por todos
los medios para salir de la crisis, nos dicen. Ya tratamos en un
artículo anterior la naturaleza del mismo: el déficit no es el
causante de la crisis, sino que se ha producido a raíz de la misma.
Hagan memoria, en España había superávit antes de la dichosa
crisis.
Por lo tanto, parece lógico que el
camino para acabar con la crisis pase por reactivar la economía, y
no por acabar con uno de los subproductos de la menor actividad
económica, que por desgracia es en lo que se centran todos los
esfuerzos de los gobiernos europeos, ellos sabrán por qué.
Para recortar la desviación de los
presupuestos hay dos caminos, el primero pasa por esperar
pacientemente a que el crecimiento económico genere mayores ingresos
al Estado, lo que redundará en un paulatino y suave descenso del
déficit.
El segundo, escogido por Bruselas,
consiste en recortar 4 puntos de déficit tan solo en este año: y
para conseguirlo solo hay un camino, cortar de raíz los gastos
públicos, lo que a su vez redundará en menores ingresos que
conducirán a nuevos recortes para mantener los objetivos
inicialmente fijados.
Pero imaginemos que lo consiguen, que
con su salvaje recorte finalmente llegan a dejar a cero el déficit.
Año 2015, el Gobierno se ha mantenido
inflexible, y a cada caída en los ingresos estatales, ha respondido
con un recorte en el gasto público, ha conseguido que el déficit
esté en el 0%.
¿Se imaginan cuantas empresas habrán
quebrado en tres años de recesión sin que desde el Estado se haya
inyectado liquidez?, ¿se imaginan dónde puede estar la cifra de
desempleo?, ¿son capaces de adivinar cuantos servicios públicos que
considerábamos indispensables habrán cerrado por falta de
financiación?.
Estupendo, ya tenemos los presupuestos
sin déficit, ¿y ahora qué?.
Disfruten de lo votado
Raúl Martín Fernández
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