Disculparán mi torpeza, pero hay cosas
que no entiendo, y como no las entiendo, alguien me las tendrá que
explicar:
Desde que tengo uso de razón, la
actualidad informativa de mi país se veía sacudida de vez en
cuando, por los atentados de ETA, quien en su intento de imponer su
visión política, asesinaba por igual a militares, policías o
civiles.
También desde que recuerdo, se exigía
a ETA que abandonase las armas, bajo el razonamiento de que todas las
ideas se pueden defender en democracia por métodos pacíficos.
En la lucha por forzarlos a que
abandonaran las acciones terroristas, se decidió atacar a su base
social, con repetidas campañas de ilegalización, que acabaron
dejando a la izquierda abertzale prácticamente sin poder político
en Euskadi.
Se justificaba el que esta opción
política estuviera proscrita en su apoyo, a veces tácito y a veces
expreso, a las actividades delictivas de ETA. Se exigía a Herri
Batasuna (el núcleo en torno al cual se condensó el apoyo a ETA)
que condenara la violencia si quería ser admitida de nuevo en el
juego democrático.
Finalmente,
en febrero de 2011, y tras un largo proceso interno, Batasuna apostó
por unos estatutos en los que "rechaza
la violencia o la amenaza en cualquier forma" y además "ni
justifica ni ampara la utilización de la violencia, sea quien sea
quien la utilice". Esto lo dice un partido que históricamente
ha defendido la legitimidad de la violencia como arma política. A
todas luces se trata de una claudicación, pero fue acogida por la
mayoría del espectro político y mediático con frialdad. “No es
suficiente” se limitaron a decir, “ETA tiene que dejar de matar”.
Durante años lo único que se había exigido a la izquierda
abertzale era que condenara la violencia, ahora eso no bastaba,
habían cambiado las reglas del juego.
Tras mucha violencia, heridos y
muertos, ETA anunció el “cese definitivo de su actividad armada”
en octubre de 2011, sin haber alcanzado ni uno solo de los objetivos
por los que estuvo matando durante tres décadas. Se cumplía así la
nueva condición, la del cese de la actividad de ETA sin
contrapartidas políticas. “Ahora sí, ya no hay vuelta atrás”
pensé “ya no hay disculpas, la izquierda abertzale dejará de
estar perseguida”, ¡qué gran noticia!, yo no es que sea
independentista ni nacionalista, pero creo que el diálogo y la
convivencia son las mejores armas para superar las diferencias.
Craso error, apenas horas después del
comunicado de ETA me enteré, inocente de mi, de que los abertzales
no cumplían los requisitos para formar parte del Olimpo democrático.
“Tienen que pedir perdón a las víctimas” y además “exigir la
disolución de ETA”, ¡cómo se me podían haber pasado por alto
tan elementales peticiones!, el caso es que yo no recuerdo que nunca
antes se hubieran exigido, pero bueno, es que yo tengo muy mala
memoria.
En
las últimas declaraciones, realizadas este lunes, los
independentistas vascos reconocen “sin
ambages” su “falta
de sensibilidad hacia las víctimas de ETA” y
muestran su “absoluto
respeto hacia todas las personas que han sufrido, sin querer proceder
a ninguna clasificación del dolor y el sufrimiento, ni a ninguna
equiparación entre los mismos”. Además, comunican que “ETA
deberá deshacer sus estructuras militares y poner las armas fuera de
uso”.
Ya
está, las últimas exigencias también se han cumplido, seguro que
ahora ya no hay problemas, a ver qué dice el Ministerio del
Interior: “Desde el Ministerio del Interior consideran que esta
declaración es una
oportunidad perdida para
exigir a ETA que entregue las armas y desaparezca”
Me
rindo, no lo entiendo. Todo esto me recuerda demasiado a la neolengua
de 1984... pero no me hagan caso, seguro que es cosa mía.
Raúl
Martín Fernández.